Los resquicios del embargo permiten que una empresa construya una planta de ensamblaje de tractores
Fotografía de archivo de un tractor en Pinar del Rio (Cuba). Javier Galeano AP
Washington 16 FEB 2016 - 13:44 CET
En un nuevo reflejo del continuo deshielo entre Estados Unidos y Cuba, el Gobierno de Barack Obama ha autorizado la construcción de una fábrica de una compañía estadounidense en la isla: una pequeña empresa de Alabama construirá una planta de ensamblaje de hasta 1.000 tractores al año que venderá a granjeros privados en Cuba. La aprobación, que se conoció este lunes, es la primera de ese tipo en medio siglo.
La decisión llega a los 14 meses de que Washington y La Habana anunciaran el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. Y en la víspera de que los dos viejos rivales de la Guerra Fría firmen un acuerdo que permitirá conectarlos con vuelos directos por primera vez en más de 50 años.
La decisión llega a los 14 meses de que Washington y La Habana anunciaran el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. Y en la víspera de que los dos viejos rivales de la Guerra Fría firmen un acuerdo que permitirá conectarlos con vuelos directos por primera vez en más de 50 años.
Será la primera inversión significativa estadounidense en territorio cubano desde la revolución comunista de 1959, en que Fidel Castro asumió el poder, y nacionalizó propiedades y empresas estadounidenses.
La expropiación de bienes llevó a EE UU a imponer en los años sesenta un embargo a Cuba, que prohíbe hacer tratos comerciales y empresariales con la isla salvo contadas excepciones. El embargo, blindado por un complejo entramado de leyes, sigue vigente. Solo puede derogarlo el Congreso, en el que ostenta la mayoría el Partido Republicano, que se opone a hacerlo.
Desde el anuncio del restablecimiento diplomático en diciembre de 2014, el Gobierno del demócrata Obama trata de explotar los resquicios legales dentro del embargo con la aprobación de una serie de decretos. La concesión de la licencia al fabricante de tractores es consecuencia de ello.
El Departamento del Tesoro comunicó la semana pasada a los socios Horace Clemmons y Saul Berenthal que podían ensamblar sus productos en la zona especial económica en el puerto de Mariel, impulsada por el Gobierno de Raúl Castro para atraer inversiones extranjeras.
La aprobación de la licencia a los empresarios se enmarca en las nuevas directrices anunciadas en septiembre por el Gobierno de Obama y que restan poder al embargo. Las directrices permiten transacciones económicas en determinados “proyectos humanitarios” que estén relacionados con el “desarrollo agrícola y rural que promuevan una actividad independiente”. Es decir, autorizan la exportación de productos que beneficien a granjeros privados, como tiene previsto hacer la empresa de Alabama.
Desde sus primeras medidas flexibilizadoras en 2009, Obama ha priorizado el desarrollo de la iniciativa privada en Cuba. Su objetivo es que el fortalecimiento de la sociedad civil promueva un cambio democratizador en la isla. Las directrices del pasado septiembre también relajaron las actividades de telecomunicaciones, mensajería y transporte en Cuba. Y permitieron que aquellos estadounidenses autorizados a viajar a la isla —dentro de las categorías permitidas por el embargo— puedan abrir una cuenta en un banco cubano.
La finalidad de Obama, que reitera su deseo de visitar Cuba antes del fin de su mandato en enero de 2017, es blindar su apertura con La Habana de cualquier cambio de inquilino en la Casa Blanca. Cada una de las medidas flexibilizadoras, acuerdos o reuniones de funcionarios consolidan la percepción de que no hay marcha atrás en el acercamiento entre ambos países.
El ministro cubano de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca Díaz, inició este lunes una visita de cuatro días a Estados Unidos. Lo acompañan representantes del Ministerio de Relaciones Exteriores, Banco Central, Cámara de Comercio y directivos de empresas cubanas.
Los dos empresarios de Alabama esperan empezar a fabricar tractores en Cuba en los primeros meses de 2017. Prevén invertir entre cinco y 10 millones de dólares en la planta, traer inicialmente componentes desde EE UU y empezar con una plantilla de unos 30 empleados cubanos. Su objetivo es ampliarla hasta 300 en cinco años.
“Todo el mundo quiere ir a Cuba a vender algo. Eso no es lo que nosotros estamos tratando de hacer”, dijo Clemmons a la agencia Associated Press. “Estamos mirando el problema y cómo ayudamos a Cuba a solucionar los que considera son sus problemas más importantes”.
Su socio, Berenthal, nació en Cuba pero se marchó de la isla con 16 años. “Tengo dos países que durante 60 años han estado en los peores términos posibles. Cualquier cosa que pueda hacer para unir a los dos países y su gente es tremendamente satisfactorio”, dijo.
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